
En mi circulo de familiares y amigos cercanos, siempre he sido conocido como un ganador. Sin embargo, de acuerdo a mi formación, considero que es sólo una apreciación ya que yo nunca me he calificado de esa forma, aunque si hay algo que puedo alardear es que soy un efectivo alcanzador de objetivos, lo que realmente es diferente a ser un ganador en su definición misma. Ahora bien, mi técnica se basa fundamentalmente en una vieja premisa de Albert Einstein y es “plantearme problemas que admiten una solución” …, es decir si el problema no admite una solución, no tiene ningún sentido esforzarse en resolverlo.
Retirarse a tiempo es una forma de aceptación, este tipo de renuncia implica la decisión personal de no seguir invirtiendo esfuerzo en determinados proyectos de vida, porque ya no interesa, no conviene o se está harto. En otras palabras, este renunciamiento puede definirse como el arte de darse por vencido, aún teniendo posibilidades de seguir luchando: es un acto de la voluntad. La saludable aceptación del que dignamente reconoce que perdió la batalla o se equivocó y decide no seguir adelante.
No me estoy refiriendo a las personas que resuelven morir por sus ideales, en este análisis me circunscribo al conjunto de batallas intrascendentes o mal adaptativas en las cuales estamos sumergidos diariamente. Las personas que aprenden a renunciar a tiempo logramos tres cosas importantes frente al futuro: en primer lugar, descargamos el sistema de expectativas innecesarias; en segundo lugar, aprendemos a perder, es decir, acatamos los hechos y dejamos de ilusionarnos inútilmente y, en tercer lugar, hemos descubierto que las consecuencias nunca son tan horribles como se imagina. En resumen, aprendemos a enfrentar el miedo al futuro y a detener un poco el péndulo mental.
La sana resignación es aprender a desprenderse de los resultados, pero no por inseguridad, sino por el firme propósito de no continuar en un conflicto sin sentido: “esta no es mi guerra”. La renuncia implica salirse del combate, pero no por cobardía del desertor que traiciona, sino porque no vale la pena.
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David Eduardo Martínez Boucchechter
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